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Dos no pueden si uno no quiere

Stephen White

La prensa británica has estado recientemente obsesionada por el caso del diputado del partido liberal y ahora ya ex-ministro Chris Huhne, quien tuvo que dimitir de su puesto después de declararse culpable por "obstrucción a la justicia".

Huhne fue pillado por un radar de velocidad en 2003, pero su entonces esposa aceptó admitir que era ella quien estaba al volante del vehículo asumiendo la correspondiente pérdida de puntos. Huhne se libró de perder su permiso de conducir, aunque irónicamente lo perdió unas semanas después cuando fue cazado conduciendo y hablando por el teléfono móvil al mismo tiempo. En 2010, después de que la prensa revelase que tenía un "affaire", su mujer le dejó y en un ataque de rabia reveló a la policía los eventos de siete años atrás. Huhne fue arrestado, negó todos los cargos e intentó por todos los medios legales que el caso fuera archivado. No lo consiguió, y cuando el asunto llegó a los tribunales el pasado lunes, admitió finalmente su culpabilidad. El juez ha indicado que puede ser condenado a pena de prisión.

Más interesante es en mi opinión el juicio todavía vigente contra su mujer Vicky Pryce, a quien se le acusa también de obstrucción a la justicia - dos no pueden, si uno no quiere, acordar la mentira sobre quién conducía le coche. Se defiende alegando "coerción marital": según ella su marido la forzó para que aceptase cometer el delito.

La pregunta para mí es obvia: ¿qué clase de relación no implica una cierta coerción? La coerción es simplemente otra forma de persuasión y la mayor parte de nosotros experimentamos tácticas persuasivas en nuestra casa y en nuestro trabajo, por nuestros amigos, nuestra familia, nuestros jefes y nuestros clientes. Si Vicky Pryce alegara que su marido utilizó o la amenazó con violencia física, o trató de chantajearla u otro comportamiento extremo, nuestra simpatía por ella sería entonces mayor. Pero esta es una mujer de gran intelecto y mucha personalidad, que no parece sospechosa de ser fácilmente manipulable.

Probablemente nunca sabremos los detalles de la conversación que tuvo lugar durante el desayuno posterior a la multa de tráfico que llegó al buzón de su casa de Essex en 2003. Pero si hubiesen sido los típicos negociadores, me gustaría imaginar la conversación como sigue:

- Huhne: "Oh mi*rda. Me han multado por exceso de velocidad. Maldita policía. Me van a quitar el carnet por unos meses". Pausa. "Salvo que..."

- Pryce: "¿Salvo qué?

- Huhne: "Tres puntos más y me quedo sin puntos. Pero si pudieses decir que estabas conduciendo, te quitarían los puntos a ti, y todavía te quedarían suficientes. Problema solucionado"

- Pryce: "Que te den Chris. ¿Por qué iba a aceptar eso?"

- Huhne: "Puedo hacer que merezca la pena. ¿Qué te parece si te llevo a cenar a un restaurante caro?"

- Pryce: "¿Y?

- Huhne: "Y eliges donde nos vamos de vacaciones este año"

- Pryce: "¿Y?

- Huhne: "Pasaremos las Navidades con tu familia"

- Pryce: "Mira Chris. Todo esto no sirve para nada. Si realmente quieres negociar un trato que implica una actividad ilegal, conspiración y obstrucción a la justicia, quiero algo de verdad a cambio. Como tu escroto en una bandeja"

- Huhne (suspirando): "Oh bueno, había que intentarlo. Simplemente cambiaré de táctica a la coerción martial"

Y sigue....

¡Ay si Chris Huhne hubiese sido un mejor negociador...!

 

Stephen White, Managing Partner

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